Tabla de contenido
¿Cómo terminar una historia ejemplo?
A la hora de escribir el final de una novela:
- Pregúntate si ha finalizado el conflicto.
- Fíjate en el protagonista.
- Revisa los objetivos de tu protagonista.
- Comprueba que has dejado atrás el clímax.
- Asegúrate de que tu final es el lógico.
- Verifica que has desarrollado la estructura que habías planeado.
¿Cuál es el final del texto narrativo?
El final o desenlace, es donde se narra cómo se resuelve el problema presentado en el nudo: de manera cómica, trágica, dramática en torno a la acción o la hazaña realizada por el personaje principal.
¿Cuál es la situación final?
La situación final es el escenario al que queremos llegar, el futuro que deseamos en el tiempo por el que hemos decidido planificar.
¿Cuáles son las clases de finales?
En general, puede decirse que hay dos grandes clases de finales: los abiertos y los cerrados. Los primeros permiten que el lector imagine posibles continuaciones. Los segundos cierran la narración y la dan por acabada. Estos últimos son los tradicionales en la historia de la literatura.
¿Cuáles son los tipos de finales en narrativa?
5) Finales sorpresivos: el autor imagina un giro de última hora para sorprender al lector. Sin embargo, hay que tener cuidado para que este tipo de finales en narrativa no se vean forzados. 6) Finales inversos: el protagonista adopta en el desenlace una actitud completamente contraria a la inicial.
¿Cuáles son los tipos de finales de un relato?
2) Finales tristes: personajes poco o nada satisfechos con el desenlace. 3) Finales trágicos: el desenlace lleva a la muerte o a la desgracias de uno o varios protagonistas. 4) Finales previsibles: termina el relato de la manera más lógica en relación a la historia.
¿Cómo elegir el final de una novela?
El resto de la novela, por ejemplo, lo adecúan a ese final concreto. Hay que añadir al texto del artículo que hasta no hace mucho el desenlace tenía que ser «moral», es decir, adecuado a la moral de la época, con premio para los «buenos» personajes y castigo para los «malos». En los dos últimos siglos esta apreciación ha cambiado bastante.